Manuel Figueroa, presidente del centro español Apóstol Santiago de Liechtenstein, y natural de Muxía, junto al alcalde de su municipio, Félix Porto

Liechtenstein es una isla de la Costa da Morte en el centro de la Europa histórica. Es cierto que hay emigrantes de la zona distribuidos por toda Suiza, Alemania o el norte de Italia, pero la singularidad del Principado (una de ellas: tiene muchas) es que la inmensa mayoría de los españoles que trabajan allí son gallegos, y la inmensa mayoría de los gallegos son de la Costa da Morte. Las estadísticas cifran la colonia nacional en algo más de 400 personas, pero en realidad apenas llegan a las 350.

Lo cuenta (y los cuenta) Manuel Figueroa Rodríguez, de 47 años, natural de Ozón-Muxía, casi treinta años emigrado y una década como presidente del Centro Español Apóstol Santiago. Organizan numerosas actividades, aunque a veces lo principal es lo que no se ve, por ejemplo el papeleo. Y está lo que se ve, que luce mucho. Uno de los actos más vistosos es la fiesta anual, con cena multitudinaria, en la que se reúnen medio millar de personas. Naturalmente, no todas de Liechtenstein, sino también establecidos en localidades suizas cercanas que aprovechan este acontecimiento para reunirse con sus amigos y pasar una noche, la del sábado de mitad de noviembre, muy agradable.

Por segundo año consecutivo estuvieron acompañados del alcalde de Muxía, Félix Porto Serantes, además de la concejala Irma García, quien pasó quince años trabajando en este pequeño país, de vida agradable y buenos sueldos, en el que también empieza a notarse la crisis, aunque menos que en otras zonas.

Autoridades hubo más. El doctor Markus Kolzoff, por ejemplo, que es el cónsul honorario de España en Liechtenstein, y también Imgard Beck, ex presidente del Tribunal Constitucional del Principado. Hubo incluso almirantes, pero con mayúscula, porque era la orquesta gallega que se encargó de animar la fiesta, además del grupo de música tradicional As Xeitoxiñas de Zúrich. Explica Figueroa que, como todos los años, el resultado fue un éxito.

El presidente del centro relata que cada vez hay menos gallegos en Vaduz, la capital, que aglutina el grueso de los emigrantes (el país tiene 35.000 habitantes repartidos en 160 kilómetros cuadrados). Muchos se vuelven, pese a la crisis, pero también algunos se van. Acaba de ocurrir con una pareja de chicos jóvenes (unos 23 años) de Muxía, que buscan en Liechtenstein un futuro mejor del que parece que hay en esta comarca. Son casos sueltos de la nueva emigración, y también se producen en Suiza.