El comercio, la hostelería y la industria no se les dio mal a los gallegos en Uruguay. Se integraron a la perfección: bebieron mate, se acostumbraron a los asados con cuero y disfrutaron de la Plaza de la Independencia y del Estadio Centenario como un charrúa más. Pero las costumbres de este lado del Atlántico no llegaron nunca a esfumarse. El Centro Gallego ha sido testigo, a lo largo de más de cien años, de queimadas, sardiñadas, muiñeiras del Balet Alborada o romerías en el campo. Asado criollo, con sardinas. Vino Tannat, además de Ribeiro y Albariño. Esta es la herencia para los nietos.

SELINA OTERO - VIGO En la década de los cincuenta era impensable entrar en la casa 870 de San José, en Montevideo, sin corbata. Así lo exigía el protocolo, al más puro estilo dandy de club inglés, como es propio de una auténtica institución en el país de los amerindios. La historia de la emigración gallega en Uruguay está escrita entre las paredes del Centro Gallego de la capital, una joya arquitectónica y uno de los palacios más hermosos del país fundado en 1923.
El palacete, cuna de las vivencias y los gestos nostálgicos de los galaico-charrúas, cumplió en agosto 130 años: más de un siglo de actividad en su sala Valle Inclán, la sala de honor Rosalía de Castro, la Biblioteca Concepción Arenal, la sala de lectura Castelao y, más recientemente, en un amplio polideportivo de 28.000 metros cuadrados situado en Carrasco. El cumpleaños del centro gallego más antiguo del mundo fue celebrado por todo lo alto en el país de los asados, los chivitos y el clericó (bebida típica con vino y zumo). El actual presidente del Centro Gallego, Julio Ríos, recibió hace unas semanas a la comitiva gallega (encabezada por el secretario xeral de Emigración, Santiago Camba), para festejar, entre sardiñadas, gaitas y bailes, más de 100 años de presencia gallega en la nación. Por esta casa testigo de la evolución de la emigración gallega tras varias generaciones, situada en el país de Mario Benedetti y Eduardo Galeano, han pasado personalidades de la talla de Gregorio Marañón, Rafael Alberti, Castelao, Otero Pedrayo, Blanco Amor o Don Juan Zorrilla.