(14/03/2022)
PONTEVEDRA / LA VOZ
14 mar 2022 .
Bastó un simple globo. Solo hizo falta que un inofensivo juguete de cumpleaños de colorines explotase, para que Ana Pastoriza, vecina de Caldas de Reis, entendiese de golpe y sin necesidad de más explicaciones el horror que supone la guerra de Ucrania y las cicatrices que le deja a quienes la viven en primera persona. Ella acaba de acoger en su casa, en la que vive con sus dos hijos, a cinco refugiados ucranianos. Son una abuela, una mujer de mediana edad y sus tres hijos, un bebé de año y medio, otro crío de 3 y uno más de 7. Llegaron el sábado, de madrugada. Les recibieron con abrazos para sustituir a las palabras con la que no pueden comunicarse, porque ellos solo hablan ucraniano y Ana no domina ese idioma. Ella se quedó perpleja al ver cómo los críos, a los pocos minutos de llegar, hacían buenas migas con sus dos hijos, e incluso no querían separarse ni para dormir. «Los ves sonreír a todos juntos y te quedas alucinada», señala Ana con emoción.
Ana, en realidad, es solo una pieza importante del puzle solidario que se construyó en Caldas y Cuntis estos días. Todo empezó con Mónica Gándara, de Cuntis. Tras estallar la guerra en Ucrania, Mónica tenía claro que quería ayudar. Pero le faltaba resolver cómo hacerlo. «Al principio, no sabíamos qué podíamos hacer. Pero luego unos conocidos que tenía en Ávila me dijeron que se iban a ir con furgonetas a Polonia para llevar ayuda y traer a los refugiados que quisieran venirse», cuenta Mónica.
Antes de que conociesen a sus familias de acogidas, tanto Mónica Gándara como el alcalde de Caldas, Juan Manuel Rey, se desplazaron a Santiago para el recibimiento. Ahí se produjeron unas de esas imágenes que hablan por sí solas: desconocidos que se abrazan para tapar el horror que deja la guerra. Dice Mónica que, pese no poder comunicarse verbalmente con ellos, no tardaron ni cinco minutos en sentir su agradecimiento. «Vienen del peor momento de sus vidas, de perderlo todo y aún así te dan las gracias por poder estar aquí», cuenta esta mujer.
Han constituido una asociación llamada Galiaxuda, con la que están tratando de juntar fondos y material para los recién llegados. Se necesita ropa (de personas mayores, de hombre, de niños y adolescentes), alimentos e incluso muebles y electrodomésticos para las casas que les van a habilitar. Tienen varios puntos de recogida en Caldas y Cuntis, como la cervecería 5 Jotas y el Xantar de Pili. «Todo lo que se done será bien recibido», decía esta mañana Mónica Gándara. En realidad, no lo decía. Lo susurraba. Porque Mónica se ha quedado sin voz. Su afonía parece una metáfora. Porque este fin de semana a ella y a todos los que colaboraron con su causa les tocó comunicarse sin voz, sin la facilidad que dan las palabras. En ocasiones se amarraron al traductor o a un intérprete. Pero la mayoría del tiempo se comunicaron con abrazos o con ojos emocionados. Y lograron arrancar algunas sonrisas a quienes durante varios días, en furgoneta y desde Varsovia, vivieron el viaje más difícil de sus vidas.
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