(24/01/2022)
23 ene 2022 .
Suele decir Isabel Díaz Ayuso que la gente va a Madrid «porque quiere ser libre». Por libertad o no, esa bandera que agita siempre que puede la presidenta madrileña, su comunidad acumula años absorbiendo población del resto de autonomías. Un sumidero en el centro de la Península que, desde el 2010, acogió a más de 782.000 personas procedentes del resto del país. Ninguna comunidad presenta unas cifras similares. Más de la mitad de los que emigraron de Castilla-La Mancha en estos doce últimos años, por ejemplo, lo hicieron a Madrid. En el caso de Galicia, uno de cada cuatro gallegos que hicieron las maletas se instalaron en la capital del país.
En la última década, 36.768 gallegos se instalaron en la región, según datos del INE, que recoge la cifra de los que se empadronan allí. Muchos, a pesar de tener su residencia en Madrid, siguen censados en Galicia. Para Patricio Sánchez, profesor de Economía Financiera de la Universidade de Vigo, el fenómeno irá a más en los próximos años: «Las perspectivas no son buenas, esta fuga de talentos se incrementará. Es dramático porque se han formado aquí, pero no pueden rendir en su comunidad».
Emigración española a Madrid por comunidades
Número de habitantes que emigraron a la capital entre el 2010 y el 2020 y porcentaje que suponen sobre el total de emigrantes de la comunidad
CCAA | Emigararon a Madrid (2010-2020) | % de migraciones a Madrid |
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C.-La Mancha | ||
Andalucía | ||
C. y León | ||
C. Valenciana | ||
Cataluña | ||
Galicia | ||
Extremadura | ||
Canarias | ||
País Vasco | ||
Murcia | ||
Baleares | ||
Aragón | ||
Asturias | ||
Cantabria | ||
Navarra | ||
La Rioja | ||
Ceuta | ||
Melilla |
«La aglomeración de personas cualificadas es beneficiosa para el desarrollo económico y la capacidad de innovación, siempre y cuando haya empleabilidad», responde por correo Miguel González-Leonardo, uno de los autores del análisis y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona. Advierte, sin embargo, que esa concentración de población en un mismo lugar «puede generar algunos problemas, como los precios desorbitados en el mercado de la vivienda o el aumento de la contaminación».
El centralismo de la administración española supone que el 80 % de los trabajadores de los ministerios estén en Madrid. También que la comunidad albergue la sede de la mitad de las mil grandes empresas del país. «Madrid sobresale del resto, pero por el efecto capital. No es un mérito, es la realidad: concentra empresas, administraciones e infraestructuras. Ese es el factor principal», resume Patricio Sánchez. Lo mismo sugiere González-Leonardo, que habla de una combinación de empresas de gran tamaño, capacidad de aglomeración de diferentes actividades, el efecto capital y la concentración de actividades estatales.
El profesor vigués subraya también el «demérito» del resto por haber dejado de ser sitios tan atractivos, como en su momento fueron emigrar al extranjero, Cataluña y, en menor medida, País Vasco. Descarta así el efecto de las políticas fiscales —hubo comunidades que denunciaron dumpin fiscal madrileño al bonificar tributos al 100 %—. «Las bajadas de impuestos no son tanto dirigidas a las empresas, sino a las familias. Las firmas que quieran pagar menos tienen otras fórmulas», expone.
Uxía Barrientos Reboiras: «Los jóvenes no nos vamos de Galicia por gusto, las oportunidades son limitadas»
En medio de la tarde de trabajo, Uxía hace un hueco para atender el teléfono. Lo que hoy es rutina parecía inalcanzable hace unos años. «Al terminar la carrera, los profesores nos decían que cursásemos un posgrado para trabajar porque, sin eso, no íbamos a tener posibilidades», recuerda esta coruñesa, licenciada en Periodismo en la Universidade de Santiago. Se matriculó en Madrid en el máster de un periódico de tirada nacional, que al término de sus prácticas inició un proceso de ERE. A la primera decepción laboral le siguió el silencio a las decenas de currículos que repartió. El máster le sirvió para descubrir la comunicación corporativa. Se especializó, consiguió trabajo y hasta logró cambiarse a una empresa con mejores condiciones. Ya son seis años en Madrid. Pareja, círculo de amigos y un empleo estable. «Sin todo eso, volvería, pero las oportunidades son muy limitadas en Galicia. Los jóvenes no nos vamos por gusto», advierte.
Julia Castro Lorenzo: «Puede sonar a cliché, pero en Madrid valoro mucho más lo que tenía en casa»
A Julia le queda este curso para terminar sus estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, localidad donde reside. Le gustan los idiomas y se fue a cursar el grado de Lenguas Modernas y Traducción. «Me encanta Galicia, pero me apetecía un cambio», dice esta joven de Portosín (Porto do Son, A Coruña). Cuatro años después, Julia Castro quiere volver a cambiar. Reconoce que puede sonar a cliché, pero es la historia de muchos otros gallegos que experimentaron en Madrid lo que supone estar lejos de casa: «Me sirvió para crecer como persona y tener mayor amplitud de miras, pero valoro también mucho más lo que tenía. Tengo mucha morriña», añade. Inmersa en época de exámenes, está deseando terminar sin tener muy claro su futuro a corto plazo. Por una parte, piensa en aprovechar una beca del Ministerio de Educación para ir un año a Irlanda —«se parece a Galicia»—. Si no, volver a casa y prepararse para ser profesora.
La actualización del censo de los municipios que publica el INE cada mes de enero permitió comprobar la consolidación de una tendencia demográfica alrededor de Madrid. La ciudad sigue creciendo de forma estable —lo hizo el 30.000 personas desde el 2010—, pero hay municipios que llegan a duplicar su número de habitantes. Sucede con Arroyomolinos, que en menos de treinta años pasó de ayuntamiento rural a ciudad dormitorio. En el 2000 había 3.824 habitantes, hace diez eran algo más de 16.000 y hoy supera los 33.600.
Es el paradigma, llevado al extremo, del crecimiento de urbes alrededor de la capital con desarrollos urbanísticos que compiten con los pisos de la ciudad por sus precios. Otros ejemplos son Paracuellos (10.000 habitantes más) o Villamantilla, que casi duplicó su censo a 1.514 vecinos.
En el 2020, por primera vez en diez años, el saldo migratorio con el resto de comunidades en Madrid fue negativo. Y lo hizo en 19.200 personas. «Se pararon las migraciones durante la pandemia, pero mucha población se reubicó gracias al teletrabajo. También hay quienes se dieron cuenta de que las condiciones vitales no eran las idóneas por el coste de la vida o el estrés», explica la socióloga Antía Domínguez.
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