Es lamentable que la deuda acumulada o pendiente con nuestros emigrantes, regados por todos los rincones del mundo, no cuente, a día de hoy, con una respuesta afirmativa del Gobierno Central. A pesar de la petición, clara y precisa, del presidente de la Xunta de Galicia, D. Alberto Núñez Feijóo, exponiendo oportunamente las limitaciones existentes para poder atender las necesidades más elementales de esa legión de paisanos, que los años cincuenta, sesenta o posteriores buscaron y consiguieron en la emigración una esperanza de trabajo para mejorar su situación socio-económica y la de su familia. Fue Galicia, sin duda, la que más aportó a esa corriente esperanzadora en la que muchos jóvenes de la época nos alistamos, y hoy pedimos comprensión y justicia.
Historia real, que se le oculta a nuestra juventud sin ninguna justificación, como no sea la de venderle el facilismo histórico moderno de cómo gastar o disfrutar de la vida sin coste o sacrificio alguno para conseguir los medios para ello. Ocultando la verdadera historia de nuestra emigración llena de obstáculos sólo superados por sacrificios y trabajo creador, amparado eso sí en valores y principios tradicionales de nuestra tierra que supimos sobrellevar con orgullo y "morriña". Para en el tiempo fundar verdaderas colonias de gallegos por todo el mundo, donde mantenemos y divulgamos nuestras costumbres y tradiciones que transmitimos a nuestras generaciones con lealtad y orgullo.
Hoy vienen a mi memoria, con cierta tristeza, las palabras de un amigo muy cercano a mi familia, cuando le manifesté mi voluntad de emigrar, él había retornado de Argentina luego de cuarenta años. Siéntate y escucha muchacho: "El emigrante cuando abandona su tierra pierde todo, a donde llegues siempre serás extraño y si algún día regresas más extraño e incomprendido te vas a sentir". Poco o nada influyeron en mí aquellos sabios consejos, pero luego de cuarenta y cinco años en Venezuela y hoy retornado hace cinco tengo que aceptar con tristeza aquellos sabios consejos.
Todos los emigrantes que hoy trabajan y conviven en España merecen todo el respeto, consideración y ayuda oportuna para su trabajo, estadía e integración. Sólo pedimos, de todo corazón, el mismo trato para nuestros emigrantes diseminados por todos los rincones del mundo, algunos en serias dificultades como es el caso de Venezuela hoy.
Si de verdad se quiere ayudar a nuestros emigrantes, manos a la obra. Son muchos los que están sufriendo ese exilio involuntario que le tocó en esa ruleta que todos los emigrantes juegan cuando salen de su tierra. Para luego de un largo peregrinar tener que resignarse a formar parte de esa Galicia universal y eterna, sumida en el olvido o manipulada por ciertos políticos. Pero a pesar de todo añoran ciertas esperanzas y sienten morriña por su tierra.