Jóvenes -entre 20 y 30 años- sin responsabilidades familiares directas, en buena forma física, sin miedo a las alturas y con formación especializada y en materia de riesgos laborales, es el perfil de los aproximadamente 500 chairegos que trabajan para las empresas eólicas en el extranjero. Las crisis ha cambiado no sólo la percepción de este trabajo, sino que ha generado modificaciones profundas en el tipo de emigración gallega. Ahora viajan con sus propias empresas y en unas condiciones mucho mejores que en los años de grandes flujos. Y lo hacen para prestar apoyo a empresas gallegas punteras en el sector que exportan su tecnología.

Hace dos años los desplazamientos fuera de Galicia para el montaje de nuevos parques o el mantenimiento de otros eran forzados, según aseguran algunos operarios. Pasaban los tres meses de rigor y no querían volver a desplazarse fuera. Actualmente no ponen problemas, no solo por la falta de trabajo en Galicia, sino también porque supone unos ingresos importantes en poco tiempo. Gracias a las dietas, el salario mileurista que cobrarían en Galicia se convierte en entre 3.000 y 5.000 euros al mes. En algunos casos es la propia empresa la que alquila apartamentos para alojar a sus plantillas, que tiene que buscarse la vida en la manutención. En otros, los propios jóvenes son los que arriendan una casa en la que conviven varios de la misma empresa.

Cualificación

Estos desplazamientos suponen cambios en la tradicional emigración gallega a Europa o a América. Los operarios que se desplazan son gente cualificada, que acude con contrato de trabajo y en unas condiciones económicas y sociales que poco o nada tienen que ver con las de hace unos años en los que los gallegos asumían los trabajos más penosos que los operarios de esos países despreciaban.

Uno de los grandes cambios, según fuentes consultadas, es que los jóvenes gallegos se trasladan al extranjero a realizar un tipo de trabajo que hace años realizaban extranjeros en España. En la zona de Xermade y de Vilalba recuerdan que cuando montaron la central térmica de As Pontes la mano de obra era toda alemana y viajaba en unas condiciones similares, para aquellos años, a las de hoy de los jóvenes operarios de las eólicas.

El precedente más próximo de este tipo novedoso de emigración hay que buscarlo en los desplazamientos masivos de hace unos años de operarios gallegos a las Islas Canarias, en busca de salarios difíciles de conseguir en Galicia en el sector de la construcción.

Sustitutos del ladrillo

Para suplir la falta de mano de obra española en las obras las empresas tuvieron que recurrir a las cuadrillas portuguesas, que fueron una solución sin excesivas complicaciones durante muchos meses, cuando las grúas en movimiento poblaban Galicia. El bum del ladrillo forma parte del pasado. Ahora son las cuadrillas gallegas las que viajan al país vecino a montar y reparar parques eólicos.

Los antiguos emigrantes a las Islas Canarias tuvieron que retornar pero ni su edad ni sus condiciones físicas, salvo en contados casos, les permiten afrontar el cambio a esta actividad en las eólicas, que buscan mano de obra joven y ágil para poder ascender y descender de las torretas sin problemas.