Lejos quedan las primeras salidas que desde el puerto de A Coruña haría el flujo migratorio hacia tierras americanas, entonces llamadas Indias Occidentales. La primera expedición colonial organizada en el puerto coruñés parte en los lejanos meses de octubre y diciembre del año 1778. Aquí daba comienzo el lento pero inexorable lazo de unión entre esta ciudad y su puerto con los de Buenos Aires y Montevideo, que a lo largo de la historia y por espacio de más de doscientos años, movería una ingente masa humana que se trasladó desde esta tierra gallega a las de Hispanoamérica.

Este movimiento migratorio hace su singladura al aprobarse la Real Orden del 22 de junio de 1778 al objeto de repoblar América con algunas familias de labradores que de forma voluntaria pasan a las provincias de Buenos Aires y Montevideo.

A los nuevos asentamientos españoles habrían de ir paisanos, labradores o artesanos de oficio, como herreros, carpinteros y albañiles, entre otros, que sumaban un total de doscientas familias. Dado el objetivo del viaje se prefería a los casados sobre los solteros, aunque todos eran transportados por cuenta de la Real Hacienda en los Correos Marítimos y demás buques que saliesen para aquellos puertos de Montevideo y Buenos Aires. Una vez allí se les dará alojamiento, tierras en propiedad, una o dos yuntas, semillas para la siembra y se les mantendrá un año desde que se pongan los nuevos establecimientos a los que se les destinan por aquel Virrey.

Las condiciones de transporte y manutención de las familias que habían de ser conducidas desde A Coruña a Buenos Aires y Montevideo para repoblar el Río de la Plata se resumían que, el responsable de las fragatas debería tener cuidado con los niños, mujeres y enfermos o embarazadas, pudiendo las familias introducir abordo sus jergones, ropas de cama, arcas, baúles, herramientas, trastos, semillas y demás cosas, siendo las embarcaciones españolas y seguras a satisfacción del intendente comisionado.

Cada embarcación contaba con un capellán, cirujano y botiquín, para el socorro espiritual y corporal de las familias. Por la manutención y el transporte de cada persona mayor de seis años, se pagarían 46 pesos fuertes en moneda española y tres pesos menos por los de dos a seis años. También se llevarían los arados que se fabricaron en Galicia y que sumarían las 150 unidades para el trabajo de la tierra, transportándose de forma escalonada a medida que eran acabados.

Primera expedición
Después de diversas comunicaciones, se organiza el traslado de las familias voluntarias en la que sería la primera expedición ultramarina que saldría del puerto coruñés a finales del año 1778, en la que zarpan dos fragatas de los Correos Marítimos. “La Princesa”, a bordo de la cual embarcan setenta y ocho familias, el 28 de octubre de 1778 en su primera expedición, y “Nuestra Señora de los Dolores” (alias la “Americana”), de cuyo mando se encargaba el capitán Jerónimo Viñales, quien por motivos de salud, no puede realizar ese viaje. Queda encargado del mismo como sustituto interino Francisco de Parga Pazos, piloto de dicha fragata, la cual parte el 27 de diciembre del mismo año con destino al Mar del Plata, con otras treinta y dos familias, sumando 144 personas. Para el 23 del propio mes, había en A Coruña una lista de espera para ser trasladados a aquellos puertos que alcanzaba a las setenta y siete familias.

La espiritualidad de las gentes que partían, recaía en el capellán de abordo, para mantener viva la fe de hallar  mejores condiciones de vida, ya que los enviados se consideraban pobres. Los que emigraban a las nuevas tierras que partían del puerto coruñés, procedían de las provincias de León, Toro, Valladolid, Zamora, Salamanca, Palencia y Vizcaya entre otras, así como del Principado de Asturias y del Reino de Galicia.

Luego seguiría una segunda y tercera expedición en 1779 a bordo de las fragatas “Nuestra Señora del Buen Socorro” y “Nuestra Señora de la Barca”. Esta transportará al mando del capitán Manuel Méndez o José Durán 196 personas en octubre de 1779.

Aquellas expediciones de finales del siglo XVIII, abrieron la singladura marina rumbo a un venturoso Nuevo Mundo. En este tercer viaje se abre el cupo a admitir a las familias de padres de origen francés o italiano cuyos hijos nacieran en España, para repoblar las colonias del Río de la Plata.

A esta, le sucede la cuarta y quinta expedición a bordo de la fragata la “Santísima Trinidad” (alias “Caballo Marino”) mandada por el capitán Pedro Posadas, que trasporta 146 personas el 26 de enero de 1780 y le sigue también el bergantín “San Felipe Neri” al mando del capitán Francisco Xavier García, con otras 139 personas el 29 de marzo del mismo año.

La sexta expedición zarpará en mayo de 1780 a bordo de la fragata “El Real Carlos”, al mando del capitán Vicente de Vraga con 267 personas. Mientras que otros barcos pendientes de hacerse a la vela eran los bergantines “San Joaquín” y “Santa Ana”.

Todos ellos llevaban las ilusiones de sus rincones de origen en pos de una nueva vida, en un viaje del que algunos fueron desechados por inútiles y otros hallaron la muerte en esta ciudad mientras aguardaban el embarque para ir a América.