Los testimonios que los fiscales de Catania están recogiendo entre los supervivientes del mayor naufragio del Mediterráneo son terribles. Fueron tratados con «violencia inhumana» y cuentan historias como la del chico asesinado a palos en la lancha neumática que los llevaba al pesquero que luego se hundió, simplemente, porque se había levantado sin permiso. Su cadáver fue lanzado al mar.

La violencia ya había empezado antes, cuando estaban en Libia a la espera de embarcar: en una granja cerca de Trípoli donde estaban hacinadas unas 1.300 personas. Algunos de ellos fueron «apaleados salvajemente a bastonazos» hasta la muerte. Su único delito era que «no obedecían a los traficantes». Otros murieron por las condiciones de vida terribles y la escasez de alimentos. Los fiscales de Catania aseguran que el pesquero naufragado llevaba a bordo más de 850 personas y que su hundimiento fue provocado por una maniobra equivocada del capitán, un tunecino que se comunicaba con la organización de traficantes, ubicada en Libia, por un teléfono de satélite.

Estos pilotos de circunstancias no son más que la última pieza del engranaje. Mientras los jefes de las mafias están en sus casas en Libia, ellos corren también el riesgo de morir en el viaje y luego de ser detenidos. Al ser rescatados intentan esconderse en la multitud, pero lo cierto es que la Policía italiana ha arrestado a cerca de un millar los últimos años. Es frecuente que los pasajeros luego les acusen en tierra, sobre todo si han sido crueles. Solo ayer, por ejemplo, fueron detenidos siete. Uno, un senegalés de 26 años que estaba en un centro de acogida en Toscana, era el capitán del barco donde hace una semana se habría registrado una pelea por motivos religiosos.

En La Valeta, la capital de Malta, fueron enterrados los únicos 24 cadáveres recuperados del naufragio, en un funeral donde los ataúdes solo tenían encima un número. Fue una ceremonia triste, cristiana e islámica, concelebrada por el imán Mohamed El Sadi y el obispo Mario Grech, y a la que acudieron dirigentes italianos y malteses. Junto a ellos una muchedumbre emocionada siguió la ceremonia. Cientos eran refugiados que en los últimos años han ido llegando a esta isla y todavía viven allí. Estaban desolados porque revivían con este naufragio sus propias pesadillas y porque constatan que en estos años nada ha cambiado. «Soy una superviviente, también yo llegué en barco. Soy una de ellos», declaraba una mujer.

Unos rezaban por los muertos y otros eran salvados, como los 84 inmigrantes de origen subsahariano rescatados ayer por los guardacostas cuando se encontraban 35 millas de Libia a bordo de una lancha neumática. Pocas horas antes habían desembarcado en Catania 220 personas socorridas por efectivos de la Marina. Las islas griegas recibieron a otros 300 simpapeles.

Hasta 200.000 simpapeles podrían llegar a Italia este año

Hasta 5.000 inmigrantes por semana podrían llegar a Italia por mar desde los puertos del norte de África en los próximos cinco meses a menos que se haga algo, según las proyecciones del Ministerio del Interior del país transalpino. A ese ritmo serían 200.000 los que podrían llegar a final de año.

Las pateras aumentan por el buen tiempo durante la primavera y el verano, pero se teme que la situación empeore debido a la anarquía imperante en Libia. De confirmarse estas cifras, Italia tendrá muchas dificultades para poder alojar a los nuevos inmigrantes ya que los centros de acogida ya se encuentran muy por encima de sus capacidades y podrían ser foco de revueltas.

13.000 menores

Según el responsable de Inmigración del ministerio de Interior, Mario Morcone, Italia acoge actualmente 81.000 personas de las que 13.000 son menores no acompañados.

Los miles de refugiados están distribuidos por diversas regiones pero son aquellas del sur como Sicilia, las que cargan con la mayor parte de los recién llegados.