La solidaridad desdibuja fronteras

(01/10/2014)

La solidaridad desdibuja fronteras

Dos ribeirenses viajan cada año a Bata a ayudar a los más desfavorecidos

Escrito por:

antón parada / m.x.b.

ribeira / la voz  01 de octubre de 2014  

 

La ribeirense Conchi Crujeiras y su esposo Antonio Amigo han entregado su vida a ayudar a la población de Bata, la capital de Guinea Ecuatorial. Estos dos misioneros pertenecen a la iglesia evangélica protestante carismática Buenas Noticias. Su odisea comienza en el año 1992, cuando Amigo decide hacer una primera expedición de un mes. El carácter de la misión era humanitario, cultural y espiritual.

Tras volver, expuso sus vivencias: «Fue un choque cultural muy fuerte, quedé muy impactado por la pobreza y la necesidad existente», explicó el misionero, que le advirtió sobre el peligro de arriesgar la vida que conllevaba la expedición. Este hecho quedó constatado en el primer caso de malaria que le hizo pasar la Navidad en un hospital en España, un mes antes de partir.

La llegada

Esta enfermedad, de fácil confusión con el ébola, sería el inicio de una serie de 18 paludismos sufridos por Antonio y cuatro por ella, a pesar de haberse medicado con profilácticos. En 1993, aterrizan en la isla de Malabo con su hija Neri de dos años. Después de dos meses embarcaron en una travesía que Crujeiras recuerda con horror: «Eran 16 horas en un barco hacinados con gente que venía como caballos salvajes», afirmó ella recordando cómo tuvo que proteger al bebé, mientras en la avalancha perdía las dos únicas botellas de agua mineral que llevaban. Se pasaron toda el trayecto vomitando.

Al llegar a la capital del país Conchi Crujeiras comenzó a dar clases de corte, confección y alfabetización a mujeres. Se reunieron con los líderes nacionales para crear una red de educación infantil, que cubre desde guardería y preescolar hasta primaria y secundaria. Para ello, crearon hogares internados que todavía continúan hoy en día, dando soporte a 700 chicos con becas escolares y sanitarias por curso escolar.

A pesar de las carencias médicas y en contra de los consejos de sus amigos, Conchi dio a luz a sus otros dos hijos allí: Loida y Caleb. «Si yo tenía a mis hijos en Bata estaba animando al resto de mujeres», afirmó Crujeiras.

La familia pasó desde 1993 a 2001 desarrollando proyectos como ayudar a jóvenes a montar sus propios negocios de carpintería. Hoy ese conocimiento es transmitido por los primeros alumnos, logrando la autosuficiencia.

Recompensas

Por la educación de sus hijos y una salud deteriorada regresaron a su residencia en Madrid. No pierden la ocasión de volver cada año para observar la transformación y el crecimientos de las personas que han ayudado. «Fueron los doce años más felices de nuestras vidas, no los cambiaría por nada», sintetizó Antonio.