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Galicia ha perdido 118.000 jóvenes de 15 a 34 años desde el 2008

(22/04/2014)

Galicia ha perdido 118.000 jóvenes de 15 a 34 años desde el 2008

La emigración de más de 16.000 personas cada año se suma al desastre demográfico

Dos simples fotografías del Padrón Municipal de Habitantes, una tomada en el 2008 y otra en el 2013, sirven para constatar una dolorosa realidad: entre una fecha y otra hay 118.622 jóvenes menos (-16,57 %).

El desplome de la población de 15 a 34 es mayor cada año. En el 2008 salieron del padrón 14.085 personas, pero es que en el 2013 fueron 29.164; más del doble. ¿Y a qué obedece este descalabro? Fundamentalmente al descenso de la natalidad. Cada año entran menos jóvenes en la estadística porque cada vez son más escasos. Así de sencillo.

Veamos un ejemplo: si comparamos las 20.733 personas que en el 2011 tenían 14 años (se incorporarían en el 2012 al grupo de edad considerado, con 15 años) con las 46.988 de 34 años del 2011 (abandonarían el grupo de edad en el 2012, ya con 35), estamos hablando de un déficit de 26.255 personas, achacable a la caída de la natalidad que sufre Galicia desde los ochenta.

Las consecuencias las pone sobre la mesa Carlos Ferrás, profesor de Xeografía Humana en la Universidade de Santiago: «Esto acelera el envejecimiento e hipoteca el futuro y la viabilidad del sistema público de pensiones. Si perdemos más efectivos en edad de trabajar, ¿quiénes van a cotizar a la Hacienda pública para pagar el coste de nuestros servicios de salud o educación?».

La emigración, la puntilla

Pero hay otro elemento que contribuye a la sangría: la emigración de la juventud, con un reguero constante de más de 16.000 ciudadanos anuales, de manera que la incidencia porcentual es mayor cada año respecto a una base de población que mengua día a día. Desde el 2008 han emigrado de Galicia unos cien mil jóvenes, cifra que se compensa a veces por una inmigración sostenida. Pero la realidad es que Galicia dice adiós cada año a más de 16.000 personas, casi siempre por falta de oportunidades, y que, si fuese capaz de retenerlas, atenuaría al menos el problema demográfico.

Más allá de las obvias consecuencias económicas y laborales de todo esto, hay una segunda lectura de lo que supone la pérdida de 118.622 jóvenes en seis años y de la emigración sin freno de los gallegos. Este pujante capital está, en la mayoría de los casos, en edad de procrear. La pirámide no recuperará su forma si no se corta la hemorragia de inmediato.

La emigración constante pone en evidencia, según Carlos Ferrás, la «incapacidad del mercado de trabajo y de la sociedad gallega para retener su capital humano», pues «no conseguimos crear las condiciones propicias para que nuestros jóvenes puedan desarrollarse personal y profesionalmente». Los obstáculos son «muchos» y «nuestros hijos han sido formados en un sistema educativo escasamente conectado con el productivo».

Esto entronca con el entorno social, que en Galicia es «hostil a los valores innovadores, a la creatividad y a la capacidad de asumir riesgos y desafíos de nuestros jóvenes. Parece que las políticas públicas de desarrollo económico solo conciben la innovación cerrada y elitista en favor de determinadas empresas multinacionales. Pero no olvidemos que esos jóvenes sí son capaces de emprender, innovar y asumir riesgos cuando se marchan de Galicia. ¿Por qué no lo hacen aquí?», se pregunta Crespo.

El diagnóstico es sencillo: «Una Galicia fuertemente envejecida y que centrifuga sus jóvenes hacia el exterior no tiene futuro vital». Y ¿cuál es la solución? Para Ferrás, la comunidad necesita «cambiar el modelo productivo» y formular «un plan estratégico de verdad que evalúe los problemas y defina claramente cuál es el desafío para el futuro». «Debemos asumir -prosigue- que Galicia requiere políticas mucho más avanzadas y complejas para evitar la fractura social entre aquellos que viven bien y trabajan, y nuestros jóvenes, que no viven tan bien y no trabajan».

Galicia tiene que ser un lugar atractivo para vivir, capaz de retener a sus efectivos demográficos, capaz de facilitar el desarrollo personal y profesional de sus jóvenes. Para ello es preciso superar las políticas de «arriba hacia abajo» devolviéndole el poder a la gente; solo con la identificación con un proyecto común que la gente perciba como propio se pueden superar los problemas. Hay que superar las políticas paternalistas y potenciar la organización de la sociedad civil. En la Galicia rural tradicional hay grandes ejemplos de gestión comunitaria que deben recuperarse.

 

 

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