Para las trabajadoras que desarrollaban el trabajo, la explicación del cierre no es esa, sino que se trata de una decisión política, tal como asegura Marta Albaladejo. «Los extranjeros hacían miles de consultas al cabo del año y se abrieron cientos de expedientes», explica. Cuando se redujo la afluencia, dice, fue a raíz de encomendarles otras funciones ajenas al centro. Con tal motivo, añade, no daban abasto, y algunas personas dejaban de ir porque no tenían tiempo para atenderlas. Aún así, asegura que había demanda. En su opinión, para CC. OO. los usuarios del centro no ofrecían rentabilidad sindical porque no les sacaban partido en las elecciones sindicales, no se afiliaban mucho y en bastantes casos tampoco podían ser delegados de personal o miembros del comité al no disponer de papeles, trabajo legal o, simplemente, tener miedo.
El CITE fue un centro de referencia para las personas inmigrantes, sobre todo, las africanas, a las que resolvía numerosos problemas.