Las migraciones son el único mecanismo conocido para equilibrar las poblaciones en términos biológicos y económicos. Y su dramatismo se mide en función del país del que salen, ya que emigrar de un país miserable es una miseria, y hacerlo desde un país rico es más llevadero.
Emigrar hoy desde Galicia a Europa es duro, pero nada parecido a lo que fue, porque, no quedando en casa, es lo mismo trabajar en Barcelona, Lisboa, Canarias o Ginebra. El mundo de hoy está asistiendo al mayor reasentamiento de poblaciones -ricas y pobres- de la historia, y esa ola también nos va a salpicar. Por eso debemos gobernarnos con inteligencia, para saber salir y recibir. Porque otra cosa sería como dar coces contra el aguijón.