Aunque mucho menor, Suiza también se ve como un destino interesante para empresarios y trabajadores especializados.

Un ejemplo de lo anterior lo ofrece Manuel Mourelle Amado, dedicado al mármol y presidente de la Asociación de Empresarios Comarca de Soneira. Junto a otro destacado colega, Gelucho Romar, emprendió días atrás un viaje de una semana por varios puntos de Suiza para buscar mercados, y en su caso, abrirlos. «Aos galegos, en Suíza, só nos coñecen como man de obra, pero non como empresarios, e hai que buscarse a vida neles e ser competitivos», apunta. De paso, lanza una queja sobre España, donde cree que ser emprendedor «é moi complicado». Los dos se han pateado el país y han tratado, sobre todo, con empresas gallegas que ya llevan años asentadas para hacer contactos. El tiempo dirá si los negocios fructifican.

Los ejemplos de trabajadores muy cualificados que emigran desde la zona tampoco son muy frecuentes. La mayoría van a lo que surja.

No es el caso de José Breijo, un óptico optometrista de Carballo, de 29 años. Diplomado en Madrid, hizo un máster de posgrado de Ciencias de la Visión con parte de la residencia clínica en Chicago, trabajó en varios centros y perfeccionó el inglés en Oxford. Precisamente cuando estaba en Inglaterra supo que una multinacional americana buscaba un optometrista especializado en cirugía refractiva. Se presentó y superó la selección. Desde hace casi un año vive en Berna. Trabaja en el departamento clínico de un laboratorio oftalmológico de lentes intraoculares, que se implantan en el ojo para corregir los defectos visuales mediante cirugías sencillas. Realiza estudios clínicos, desarrollos científicos y participa en congresos internacionales.

En el día a día, está impresionado con los paisajes, la amabilidad y la honestidad de la gente. Ya se ha adaptado a sus costumbres. Es emigrante, al fin y al cabo: «De momento no me planteo volver, en el trabajo estoy muy contento y la vida aquí me gusta, y afortunadamente no es como antes, que la gente emigraba y podían pasar años sin volver a casa o ver a su familia, estamos mejor comunicados, en dos horas y media puedo estar en Galicia. Además hay un taxista que viene a Berna cada 15 días y mis padres siempre aprovechan para enviarme algún paquete, y eso hace sentirme más como en casa».