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Ingenieros y doctores empiezan a nutrir la emigración a Alemania

(30/01/2012)

Ingenieros y doctores empiezan a nutrir la emigración a Alemania

En estudios de arquitectura, en aceleradores de partículas de empresas estatales o en industrias como BMW ya se nota la presencia de profesionales gallegos

Autor:
maría cedrón
Localidad:
berlÍn
Fecha 29/1/2012

Son jóvenes y sobradamente preparados. Pero en lugar de jugar en casa, han optado por aprovechar la movilidad laboral que les ofrece Europa. Son los representantes de la nueva emigración gallega que reclama Alemania. Ingenieros, doctores en física, economistas, profesores y arquitectos que rondan la treintena. A diferencia de lo que ocurrió durante el gran éxodo de los años sesenta, cuando lo que importaba era trabajar a destajo por un sueldo mínimo, los componentes de esta nueva emigración no solo se han ido para escapar del paro porque aquí en Galicia la tasa de desempleados avanza a pasos agigantados y llega ya a un 18,3%. También por el afán de mejorar y desarrollarse en sus respectivos campos. Y algunos han encontrado empleo en BMW, en centros de investigación del Gobierno alemán o en empresas punteras que operan en la bolsa.

En esa aventura han encontrado pros y contras. En un lado de la balanza está el reconocimiento laboral que no encuentran en Galicia o España. Los ingenieros que empiezan allí pueden obtener un salario medio bruto que varía entre unos 45.000 y 55.000 euros al año. Alemania puede servirles también de trampolín para volver. Y es que, como comenta uno de los consultados, hay ingenieros a los que les han llegado a través de Linkedín ofertas para regresar, cuando en España la tasa de paro en el conjunto del sector es del 10 %.

En el otro está el competitivo mercado alemán, el idioma, el estrés, la marcha de un 43 % del sueldo en impuestos, un nivel de vida más alto que en Galicia (exceptuando Berlín) y, en el caso de los menos formados, el fantasma de los minitrabajos, una fórmula que está ahora a debate en España.

A trabajadores como ellos fue a los que, en enero del 2010, Angela Merkel invitó a mudarse para cubrir puestos cualificados en los campos de la ingeniería o la medicina. Ese país genera cada año unos 50.000 ingenieros. No llegan. Le faltan 12.000 más. Todo responde desde luego a un medido cálculo. Alemania, con una tasa de natalidad del 8,3 por cada mil habitantes, carecerá en el 2025 de trabajadores para puestos cualificados en buena parte de las empresas del Estado. Eso sería un duro golpe en el motor que mueve las turbinas de la economía germana, la industria.

Aquel llamamiento podría acelerar un proceso que todavía no recogen con exactitud las estadísticas. La llegada se concentraría, sobre todo, en el entorno de ciudades con mayor industria como Múnich o Stuttgart.

En la Embajada de España en Berlín aseguran que el nuevo éxodo de trabajadores cualificados resulta ser un fenómeno incipiente. Desde diciembre del 2010 al mismo mes del 2011, el número de españoles registrados ha aumentado en unas 4.000 personas. ¿Cuántos gallegos hay entre ellos? Los datos del Censo de Españoles Residentes en el Exterior indican que desde que Merkel hizo aquel anuncio hasta ahora hay 92 gallegos más, pero el dato hay que cogerlo con pinzas. Habría que ver cuántos han retornado o cuántos se han inscrito nada más llegar. Además, el desembarco comenzó hace unos años. Muchas veces de la mano de un Erasmus.

Sueldos medios netos de unos 2.400 euros, pero alquileres altos

El nivel de vida (Berlín es otro caso) es muy superior al de Galicia (un alquiler en un piso compartido puede ser de unos 500 euros, como en Madrid). Un ingeniero que acaba de llegar gana desde 45.000 a 55.000 euros brutos anuales, pero paga más impuestos que en España (unos 500 en seguridad social). El salario neto puede ser de 28.000 euros, una cantidad que en España estaría en 24.000. El caso es que en Alemania hay oportunidad de mejorar.

   ingeniero  «En Múnich encuentras empleo en lo que quieras»

Por qué un ingeniero, cuya formación cuesta en España a las arcas públicas en torno a 50.000 euros, hace las maletas para irse a Alemania. Cada uno tiene sus razones y su historia. La de Víctor Touza, un joven de Pontevedra que terminó Ingeniería Industrial en Vigo en junio del 2004, tiene que ver con dos de sus grandes amores, la música clásica y la ópera, con aprender el alemán y con el hecho de haber realizado el proyecto fin de carrera en el 2003 en la ciudad austríaca de Graz. «Nada más acabar la carrera regresé allí para buscar trabajo y al final estuve seis años. Esta fue una época de mi vida de la que guardo un grato recuerdo. Ahora estoy en Múnich, a unos 420 kilómetros de Graz, pero esto no impide que cada dos meses vaya por allí para ver a mis amigos», recuerda.

La razón de mudarse a Alemania no fue otra que la crisis, que afectó a Austria. Por medio de un amigo de Santander que conoció durante la temporada que estuvo en Graz lo llamaron para para hacer una entrevista para un puesto en un empresa de Múnich. «Habló con su jefe y me la dieron, salió bien y me contrataron», explica. En Alemania la entrevista es uno de los pasos que más se valoran a la hora de acceder a un puesto de trabajo. Ahora, después de haber pasado esa prueba, trabaja en una compañía de ingeniería que opera con BMW.

 

Mayores oportunidades

Desde que terminó, nunca trabajó en Galicia, pero parece que no le pesa. Todo lo que ha vivido en Austria, primero, y ahora en Alemania, es una historia «tremendamente enriquecedora. La gente es amable y al comprobar que eres buena persona, entonces pueden llegar a darte mucho. Particularmente tengo que decir que dos buenos amigos austríacos han hecho casi lo imposible para que me quedase en Graz. Eso es algo que aprecio enormemente», añade.

Ahora se encuentra en Múnich y tampoco está mal. «Múnich es una ciudad muy interesante, en donde hay muchas oportunidades. Quizás un poco estresante porque se trabaja muchísimo, pero aquí uno trabaja de lo que quiera. Hay empresas de muchísimos sectores diferentes». Ahí está la gran barrera que separa a España y al Estado germano, la cantidad de empresas que hay y los puestos que ofertan.

arquitectos «Queríamos ver otra cosa, aprender»

En un lateral de uno de los edificios que forman el barrio de    Kreuzberg, en Berlín, hay un mural de Blu, un pintor urbano de Bolonia. Cerca, muy cerca, vive Susana Villares. Es arquitecta, de Santiago. Llegó a la capital alemana en el 2007 para una estancia de seis meses y se quedó. Un año después, por casualidad, encontró en la misma capital a Daniel Harth. Ambos habían estudiado juntos en la Escuela de Arquitectura de A Coruña y, aunque Daniel no es gallego, vivió durante once años en la ciudad. Ahora, reencontrados en Berlín, charlan sobre las oportunidades que da Alemania.

Porque, como apuntan, están ahí porque quieren, no porque les haya obligado el nuevo contexto económico. De todas formas, reconocen que aquí la vivienda es todavía relativamente barata y el nivel de vida aceptable (la media de los sueldos en Berlín ronda los 1.300 euros incluyendo a trabajadores y parados). ¿Cuánto puede ganar un arquitecto? Es muy difícil hacer medias, depende de los años de experiencia, el nivel de alemán, el tipo de trabajo...

¿Por qué se fueron? «Queríamos ver otra cosa, aprender. Y por ahora no tenemos pensado regresar», explica Susana.

Primero estuvo en un pequeño estudio colaborando como becaria y estudiando el alemán. Ahora está en otro un poco más grande, con otras treinta personas, y trabaja en proyectos de ejecución de obra pública y grandes obras. Y es que Berlín es todavía una urbe en despegue. Además, para un arquitecto esta es una ciudad muy interesante. A Susana le gusta por «el urbanismo y la cantidad de espacios verdes o solares vacíos como el del mural de Blu». Aunque, como apunta, esto último veremos cuánto dura porque hay una franja de terreno a ambos lados del Spree que depende de un proyecto de inversión inmobiliaria que está bastante discutido.

Además, «ahora tampoco es el mejor momento para volver a España. Hemos venido en el momento adecuado», comenta.

 doctora en física «Los recortes que ha hecho España aquí ya se hicieron»

Hace ya doce años que Teresa Núñez, una doctora en física de Santiago, trabaja en uno de los tres aceleradores de partículas que la empresa pública Desy tiene en Hamburgo. Ahí fue donde se descubrió que bajo unos lienzos de Van Gogh había otros cuadros.

Llegó con una beca de dos años y acabó quedándose. «Vine porque quise y estoy aquí porque quiero. Tuve la oportunidad de ir a París e incluso a Santiago, pero me gusta esto. Aquí valoran mucho que seas doctor», dice. Para explicar lo que dice recuerda un día en el que fue a hacerse el carné del seguro médico. «Me llamaron y dijeron que habían cometido un error. Revisé los papeles y vi que estaban bien. Lo que ocurría es que se les había pasado poner que era doctora. No pasa en Galicia», dice.

bróker «Tenía clase de alemán en horario laboral»

Tres meses. Ese era el tiempo que, a finales del XIX, tardaban los barcos que partían de Indonesia cargados de estaño en tocar muelle en el Reino Unido. Los precios se calculaban entonces a tres meses vista y esa es la razón de por qué el mercado de futuros de metales se calcula en la Bolsa de Londres con tres meses de antelación. Ese es el sector, el de los metales, en el que trabaja Ramón Martul. Su empresa IFCM Metals, con sede en Hamburgo, está dedicada a intermediar en la compra-venta de metales para empresas que los utilizan en sus procesos productivos.

Ahí llegó en el 2008. «El primer día de trabajo fue el 7 de enero», explica este bróker de materias primas de A Coruña que ronda la treintena. Lo recuerda al mismo tiempo que presenta a sus compañeros. Todos rodeados de pantallas en las que puede leerse el valor del euro y el dólar en tiempo real, la volátil cotización de los metales, las noticias que llegan del sector y que, de un plumazo, pueden hacer variar los precios... «Lo habitual es que suenen mucho más los teléfonos, pero en esta época hay menos actividad», explica.

Vivir en el extranjero no le resultó algo nuevo. Estudió la carrera en Estados Unidos, se graduó en el Reino Unido y regresó a A Coruña para hacer un posgrado en la Escuela de Finanzas, donde ahora da clase una vez al año.

«Antes trabajaba en Madrid en una empresa pequeña, conocí a Simón, uno de los dos socios fundadores, y me contrataron», explica al tiempo que muestra cómo es el día a día en IFCM Metals. Ahí está contento. Para trabajar usa el inglés y el alemán, pero el español también le ha valido para captar una decena de empresas nuevas. Al llegar, tuvo un un profesor particular para estudiar el alemán.

«Tenía clase cinco días a la semana durante cuatro horas por jornada. Todo en horario laboral y, claro, con el compromiso de que tenía que quedarme», relata. Y por qué vino. Porque tenía ganas de progresar en su carrera y Alemania le daba eso. Además, su novia y ahora su mujer, es de Hamburgo. Está contento porque los alemanes lo valoran mucho en el trabajo.

Ahora es la subjefa del grupo de control de los experimentos de Hasylab y destaca lo bien valorados que están ahí los españoles. «Tenemos mucha mayor capacidad de trabajo y no nos quejamos. Los alemanes son más cuadriculados», matiza. Como funcionaria comenta los recortes que han aplicado en España. «Aquí los han ido haciendo durante los últimos doce años. A cuentagotas. Han aumentado la edad para jubilarse, han quitado ya la paga de verano, aumentado la jornada laboral...».

 

 

 

 

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