Galicia acoge a 106.129 extranjeros empadronados, según datos de enero de 2009 del Instituto Nacional de Estadística (INE), lo que supone el 3,77% de la población gallega, que ya supera los 2,8 millones de personas. De esta población inmigrante, 81.442 disponen de “residencia regularizada”, es decir, tienen papeles. El resto, 24.687, están en situación “irregular”, es decir, no disponen de “residencia legal”, son sin papeles ya que, de momento, en España no es necesario estar regularizado para poder empadronarse.

Pontevedra, con 39.431 residentes nacidos fuera del Estado encabeza la lista. Le siguen A Coruña, con 37.800, Ourense con 15.546 y Lugo con 13.419 personas. A pesar del número, la comunidad gallega está lejos del número de inmigrantes que acoge Cataluña en la que viven 974.743 personas de diferente nacionalidad como refleja el informe de 2009 de Inmigración y Mercado laboral del Ministerio de Trabajo e Inmigración. Tampoco se acerca la media española de población extranjera empadronada, que es el 12%, con 5,5 millones de inmigrantes en esta situación.

Los primeros flujos de emigrantes en Galicia, que comenzaron hace ya cerca de cuarenta años, los protagonizaron los marroquíes. Como la mayoría de extranjeros que venían a España a buscar trabajo, empezaron en la venta ambulante, si bien con el paso de los años su dedicación fue derivando sobre todo al sector servicios y a la construcción, y trasladando sus asentamientos al entorno de las zonas industriales de Vigo y A Coruña, principalmente. Más del 17% de ellos está en el paro.

Los portugueses, con 20.500 individuos, son el grupo mayoritario; seguidos de Rumanía, con 6.500, y Marruecos, con 5.737 residentes. Desde Sudamérica han llegado 11.809 brasileños, 8.711 colombianos y 4.079 venezolanos. De Asia destaca China, con 2.077 emigrados a Galicia y de África, Senegal, con 1.724.

GALICIA, TIERRA DE EMIGRANTES

La historia y los ciclos históricos se repiten. En Galicia la emigración, que se repite por tercera vez en la actualidad, sometió en su día a los gallegos al sufrimiento de la integración en los países de destino, algo que no deberían olvidar los políticos, especialmente los nacidos en la tierra.

A mediados del siglo XIX, miles de gallegos emigraron a Sudamérica a partir de 1860, año del primer gran movimiento migratorio. Argentina, la quinta provincia gallega, recibió a más de 1,5 millones de gallegos de los 3,2 millones de españoles embarcados entre 1882 y 1930. En Cuba lo hicieron 1,1 millones, 233.400 en Brasil, 82.300 en Uruguay y cerca de 268.000 se distribuyeron en otros países iberoamericanos.

El segundo éxodo masivo español y galaico se produjo a finales del siglo XIX con la emigración golondrina (estacional) a Argelia. Posteriormente, el final de la Guerra Civil convirtió a más de 30.000 niños refugiados en exiliados definitivos. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, la reconstrucción del continente o la prosperidad de algunos países recurrió a la mano de obra española y gallega, sobre todo en Francia, Alemania, Bélgica, Inglaterra y Suiza.

Hoy, la tercera ola gallega la integran miles de jóvenes que se van de forma temporal a multitud de países para mejorar su calidad de vida. Sus principales destinos son Argentina, donde viven 124.736 gallegos, Venezuela (40. 759), Brasil (31.841), Cuba (14.260) o Alemania (12.970).